sábado, 4 de noviembre de 2017

UN SONETO PARA UN MURAL

SONETO

Santa amistad, que con ligeras alas,
tu apariencia quedándose en el suelo,
entre benditas almas, en el cielo,
subiste alegre a las impíreas salas,
      desde allá, cuando quieres, nos señalas
la justa paz cubierta con su velo,
por quien a veces se trasluce el celo
de buenas obras que, a la fin, son malas.
       Deja el cielo, ¡ oh amistad !, o no permitas
que el engaño se vista tu librea,
con que destruye a la intención sincera;
        que si tus apariencias no le quitas,
presto ha de verse el mundo en la pelea
de la discorde confusión primera.
    El canto se acabó con un profundo suspiro.
Capítulo XXVII.
Foto TitoFoto Tito

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