EL CABALLERO DEL AMAZONAS
ORELLANA
Embarcó con 60 hombres en busca de comida, mientras Gonzalo y el resto esperaban. El río Coca desembocó en el Napo. Pasaron los días lluviosos: monotonía de selva enmarañada a cada lado. Cuatro siglos antes que Charlot, devoraron las suelas de sus zapatos hervidas con hierbas.
Avistaron una tribu amistosa cuyo cacique les proveyó de maíz, perdices y tortugas. La tripulación descansó y construyó otro barco, pero se negó a volver.
Imposible remontar la corriente: la comida se pudriría. Así que Orellana y los suyos siguieron viaje, y el Napo desembocó en el Gran Río, mientras Gonzalo y los suyos, hartos de comer raíces, escalaron hacia Quito. Llegaron meses después una docena de espectros con sus espadas de muletas, mientras Orellana, fascinado aún sin ver el polvo de oro que alimentaba la leyenda, atracaba cuando las tribus se mostraban amistosas y huía cuando los indios disparaban.
El mayor enfrentamiento se produjo con unas mujeres guerreras. El tono del dominico Gaspar de Carvajal, cronista del viaje y también trujillano, se exalta en este pasaje. " Son blancas y altas y tienen muy largo el cabello y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos,
¡ haciendo tanta guerra como diez indios !". Creyeron luchar contra las legendarias amazonas de la mitología griega y así bautizaron el río, del que salieron tras luchar dos días en el brutal golpeteo de aquel coloso de agua dulce contra el océano.
Se salvaron, sin mapas, brújula, ni ancla. Orellana protagonizó otro revés en 1.545: fue su tumba. En sentido contrario, río arriba con cuatro barcos y papeles de Felipe II que le nombraba gobernador de Nueva Andalucía. Naufragaron. y Orellana, herido por una flecha envenenada, fue engullido sin lápida por la selva, a los 35 años.
EL REY DE LOS JÍBAROS
No fue Orellana el único español perdido en el Amazonas. Alfonso Graña, un campesino gallego que embarcó a Brasil huyendo del hambre a finales del XIX, fue raptado por los indios jíbaros mientras recogía caucho y casado con la hija del jefe, con lo que se convirtió, de 1.922 hasta su muerte en 1.934, en rey de esta tribu que ocupaba un territorio similar al de España. Estos dos ejemplos, el de Orellana y Alfonso I del Amazonas, demuestran que la conquista española no fue solo un asunto de sangre y fuego.
PROTECTOR DE LOS INDIOS-
Alfonso Graña fue rey de los Jíbaros durante 12 años. Llegó analfabeto a la selva.
Allí aprendió a leer y enseñó a los nativos tareas de su cultura gallega tradicional:
curtir pieles, levantar chozas y extraer sal de las lagunas.
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